Parece ser que el argumento que se defiende desde el Partido es la disminución de la contaminación que tiene tomadas las calles de las ciudades. Y es que la cantidad de infraestructuras que necesita el país más poblado del mundo genera altos niveles de gases tóxicos. Durante las olimpiadas de Pekín en 2008, supimos que se estaban imponiendo medidas en este ámbito para mejorar la imagen de la capital, como la conducción en días salteados, aun cuando China es uno de los países que no ha asumido el Protocolo de Kioto de reducción de emisión de gases, y que, de hecho, defiende su postura fervientemente.
Lo que muchos cuestionan es el efecto real que los puestos de comida pueden tener sobre la contaminación total de China, aunque utilicen carbón en sus barbacoas. Nosotros, particularmente, lamentaríamos su desaparición, pues nos proporcionaron grandes momentos -y nos llenaron el estómago- en lugares como Pekín, Xian, Chengdu o Guilin. Gracias a estos puestos, descubrimos el sabor de los grillos y las serpientes, pero también disfrutamos de baratos rollitos de maki (1 euro por diez piezas), dumplings y nuddles. En el siguiente vídeo, rememoramos uno de los momentos más divertidos del viaje, el mercado de los insectos pekinés:
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